PRÓSTATA

19.08.2015 16:00

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Según las estadísticas, el cáncer más común en el hombre está en marcado aumento. Numerosos científicos ponen en duda el "sobrediagnóstico" y cuestionan la fiabilidad de las pruebas de detección precoz del cáncer de próstata; entre tanto, éstas son anunciadas como medida de prevención. Entonces, ¿cómo es posible que, procurando prevenir un cáncer, lo único que logremos sea hacerlo progresar tanto? ¿Acaso la tasa de supervivencia mejora?

Según la Canadian Cancer Society, el cáncer de próstata es el más extendido entre los hombres en Canadá, a excepción del cáncer de piel diferente del melanoma. En el 2009, los datos estadísticos, las probabilidades y las tendencias se resumen del siguiente modo: “Estimamos entre 25.500 el número de hombres que recibirán un diagnóstico de cáncer de próstata y entre 4.400 el número de los que morirán a causa del mismo. Por término medio, cada semana, 490 canadienses serán informados de padecer cáncer de próstata. Por otro lado, cada semana, una media de 85 canadienses morirá por otras consecuencias de la enfermedad. Un hombre de cada siete corre el riesgo de padecer un cáncer de próstata en el transcurso de su vida (el riesgo más alto reside en hombres mayores de 60 años); uno de cada veintisiete morirá. En conjunto, la incidencia de cáncer de próstata sufre un aumento desde 1980, probablemente debido a una intensificación de la detección precoz o de las posibles modificaciones de los factores de riesgo.”

Un factor de riesgo no es una causa; a lo sumo, se trata de una tentativa para explicar el posible origen de un cáncer. De hecho, a menudo vemos cómo ninguno de los factores de riesgo reconocidos se aplica al hombre que recibe tal diagnóstico. Estas prácticas invocan la fatalidad, pues para el paciente, el misterio sobre su propia condición queda al descubierto. 

En los hechos, los oncólogos no saben en realidad la causa de este cáncer; basando su pronóstico en estadísticas, disponen únicamente de estimaciones e hipótesis para explicar de qué mueren los pacientes cancerosos. Se admite que el aumento de esta forma de cáncer dependería de una intensificación de la detección precoz o de posibles (no comprobadas) modificaciones de factores de riesgo (hipótesis). La misma estrategia es utilizada para hacer creer que los tratamientos aumentan la tasa de supervivencia; en realidad, las estadísticas engloban también pacientes no cancerosos. Hablar todavía de células precancerosas es una bobada, pero para el paciente que no sabe nada, la palabra asusta. 

No conocemos las causas del cáncer de próstata, pero aun así decimos que sería debido a “un crecimiento descontrolado de células que se han convertiso en malignas.” Contamos que estas células pueden dispersarse en el abdomen y en otras partes del organismo, por ejemplo en los huesos. La cuestión que se plantea en cuanto a esta pretendida dispersión es: ¿Cómo es posible que células que hacen masa (tumores en la próstata, por ejemplo) se conviertan en células que hacen "huecos" en el hueso (cáncer óseo) y de esta forma, contra toda lógica, cambien súbitamente su rol y su función en el organismo? Es biológicamente inconcebible.

 

La verdad sobre los tratamientos convencionales 


La disfunción eréctil puede afectar mucho la calidad de vida de los pacientes a los que se les aplica un tratamiento contra el cáncer de próstata. La creencia de que este cáncer causa impotencia en el hombre es muy común; realmente, la causa directa radica en los tratamientos convencionales.

La cirugía (prostatectomía) −ablación de la próstata y de las vesículas seminales− siempre tiene consecuencias. La ausencia de próstata provoca una disfunción eréctil, impotencia temporal o permanente, y a menudo la incontinencia. La prostatectomía radical implica una ablación completa de la próstata y la porción de uretra que la atraviesa. La uretra, junto con el esfínter, está unida directamente con la vejiga.

Según los datos médicos, la prostatectomía causaría la pérdida de la función eréctil entre el 30 y el 90% de los hombres; cuanto más avanzamos en edad, más aumentaría el porcentaje, lo que explicaría esta diferencia, pero en realidad la causa es el grado de seccionamiento del nervio cavernoso en el momento de la intervención quirúrgica. Después de una prostatectomía, la gran mayoría de los hombres experimenta orgasmos secos sin eyaculación; lógicamente, la próstata y las vesículas seminales responsables de la producción del líquido del esperma están ausentes en lo sucesivo.

La radioterapiapretende la destrucción de las células cancerosas por medio de radiaciones electromagnéticas externas emitidas por un aparato de radioterapia. Intentan respetar los tejidos sanos periféricos, pero, en la experiencia real, ¿qué ocurre?: los tejidos sanos ubicados en el volumen irradiado sufren lesiones más o menos importantes. Este tratamiento provoca una pérdida de la función eyaculatoria debido a la fibrosis progresiva de los tejidos glandulares. La toxicidad en los tejidos sanos sigue siendo, actualmente, un problema ineludible ligado a este tipo de tratamiento (Stone, H.B., Coleman, C.N., Anscher, M.S., and McBride, W.H. (2003). "Effects of radiación on normal tissue: consequences and mechanisms". Lancet Oncol 4, 529-536.). 

La braquiterapia −implantación quirúrgica de fuentes radiactivas− obedece al mismo principio y ocasiona los mismos problemas. La curieterapia, otra forma de radioterapia, hace uso de sustancias radiactivas (implantes) que son introducidas en el cuerpo del paciente cerca del tumor o directamente en la próstata. 

La hormonoterapia, la cual impide que las hormonas (entre ellas la testosterona) favorezcan el crecimiento tumoral, y la crioterapia −la congelación del tumor con nitrógeno líquido− pueden llegar a ser utilizadas también para destruir las células cancerosas. A menudo los hombres pierden su apetito sexual tras ser sometidos a dicho tratamiento. 

Por fin, la quimioterapiaque consiste en administrar (por inyección o en forma de tabletas) agentes químicos tóxicos para eliminar las células cancerosas, tiene efectos secundarios a tener en cuenta. 

Los cánceres de la próstata curados de este modo a menudo pagan las consecuancias con un cierto grado de incontinencia o de impotencia, sin mencionar una posible recurrencia del cáncer. La utilización de medicinas como Viagra, Cialis o Levitra, no concede siempre, por no decir raramente, los resultados esperados después de una prostatectomía.

 

¿La detección del cáncer de próstata hace más daño que bien?


Se trata del título de un artículo publicado en "Le Monde" el 13 de julio de 2009. Con tan solo plantear la cuestión, ¿no obtiene contestación ya?
 

“Las formas actuales de detección del cáncer de próstata en Francia generan morbilidad mucho más que la evitan. (...) Las autoridades sanitarias no recomiendan detección sistemática del cáncer de próstata a partir de 50 años; cada vez, más médicos proponen a hombres asintomáticos una dosificación del PSA (el antígeno prostático específico, un marcador biológico de la glándula prostática). Ahora bien, las calidades diagnósticas de este examen no dejan de suscitar debate puesto que la proporción de diagnósticos falsamente positivos es muy importante.”


“El cáncer de próstata tiene una evolución extremadamente lenta; su detección sistemática provoca un sobrediagnóstico y un sobretratamiento”, subraya el Dr. Guy Launoy, director del equipo de investigación Inserm "Cánceres y poblaciones" en el centro hospitalario universitario de Caen (Francia). Los tratamientos (por cirugía o radioterapia) engendran a menudo efectos secundarios difíciles de sobrellevar. Según él, creamos así morbilidad en cientos de hombres.

En su reciente informe dedicado a "la evolución de la mortalidad por cáncer en Francia desde 1950 a 2006”, el Instituto nacional de vigilancia de la salud indica que la incidencia del cáncer de próstata se triplicó entre 1990 y 2006 debido a la generalización de la dosificación del PSA. “Es imposible decir hoy si la detección creó una epidemia de diagnósticos inútiles o contribuyó a la disminución de la mortalidad (…) La posibilidad de diagnósticos inútiles está apoyada por los estudios de autopsias sistemáticas en la población general, que encuentran un cáncer de la próstata en el 30% de los hombres de 30 años de edad y en el 80% de los hombres de 80 años.” Precisemos que este cáncer es la segunda causa de mortalidad, en Francia, por cáncer en el hombre, después del cáncer del pulmón. 
 

“Decir que cuanto más temprano se descubra un cáncer, más larga es la supervivencia, contiene un sesgo”, 

según el Dr. Launoy. 

“En efecto, si las prácticas diagnósticas conducen a detectar cánceres más temprano, la supervivencia a cinco años, por ejemplo, será mejorada automáticamente. Además, si estas detecciones conducen a identificar cánceres que jamás se habrían vuelto sintomáticos, la supervivencia parecerá artificialmente mejorada por añadidura de estos casos que jamás se habrían vuelto enfermos.”

 


“No toques mi próstata” 


Más de 200 médicos firmaron el manifiesto “No toques mi próstata”, lanzado hace algunos meses por el Dr. Dominique Dupagne, fundador del foro médico de discusión independienteAtoute.org. “Cada año, millares de hombres son asustados, operados, irradiados, vueltos impotentes o incontinentes para un beneficio hipotético”, denuncia este manifiesto.
 


Según el Dr. Dominique Dupagne, esta detección concluye, en numerosos casos, tras el descubrimiento, en la próstata, de células cancerosas que jamás hubieran provocado cáncer. “La mitad de los hombres de 60 años de edad tiene células cancerosas en su próstata, es un fenómeno casi normal; también es el caso de cerca del 100% de los hombres de 90 años. El único gran estudio científico que haya evaluado el impacto de la detección de cáncer de  próstata comprobó que los hombres incitados a practicar una detección habían muerto de un cáncer de próstata más a menudo que los que no fueron incitados.”

 

La era del 'sobrediagnóstico'


Definición del sobrediagnóstico: detección de "cánceres" que jamás habrían puesto en peligro la vida de la persona pero, por el contrario, motivan un tratamiento (Instituto nacional de la salud de los Estados Unidos). La noción de sobrediagnóstico es conceptualmente idéntica a la de pseudocáncer o a la de falso positivo.

En su exposición, "Detección del cáncer: sobrediagnóstico y lógicas institucionales" (Grupo de estudio en estadística y epidemiología (GESTE), Departamento de Sanidad Pública, Facultad de medicina Rennes, Francia, 2005), el Dr. Bernard Junod subraya que “cánceres no evolutivos, pseudocánceres, son diagnosticados [de modo histológico, así pues incierto] en un mayor número debido a la detección. La ilusión de la eficacia del tratamiento contribuye a reforzar la idea de que una detección precoz sea benéfica, mientras que muchos de ellos no evolucionan, ni plantean problema de salud ni necesitan tratamientos.”

"¿Debería hacerme la prueba para el cáncer? Tal vez no, y aquí está el porqué" de H. Gilbert Welch −traducido por el Dr. Fernand Turcotte (Las Prensas de la Universidad Laval, 2005, 263 páginas)−, contradice una de las creencias de la medicina: la mejor defensa contra el cáncer es tratarlo temprano. “La obra va dirigida a todo el mundo y espero que los médicos lo lean. Personalmente, no tengo nada que ganar con esto. Lo que me preocupa, sobre todo, es el sufrimiento que se le inflige inútilmente a la gente.”

En los Estados Unidos, el "Total Body Scan" causa estragos. “Por 1000 $, obtenemos una tomografía computerizada completa de los órganos vitales del tronco; un examen que, al menos teóricamente, debe informar a la persona sobre todo lo que amenaza su salud. Se les entrega a los pacientes un CD que contiene las imágenes de su cuerpo y un informe de 16 páginas repleto de datos. Personas que estaban bien de salud antes del examen salen con un montón de anomalías cuyo significado se nos escapa todavía y se precipitan en brazos de su médico para hacerse curar”, lamenta el Dr. Fernand Turcotte.

 

Cuanto más buscamos, más encontramos


Ninguna prueba en medicina es perfecta al 100%, y parece que las de Québec en absoluto son fiables. Los falsos negativos y los falsos positivos son más numerosos de lo que podríamos creer; de hecho, un hombre en perfecta salud podría creer que padece de cáncer, un choque a tener en cuenta, por no decir un homicidio por programación. Si la prueba es correcta, nadie puede prever las consecuencias, considerando que el pronóstico jamás está basado en la persona, sino en las estadísticas. Por otro lado, detectamos a menudo supuestas anomalías que retroceden espontáneamente. Hombres sin ningún síntoma que recibieron un diagnóstico de cáncer de próstata pueden por cierto, según su sentir, desarrollar otro tipo de cáncer. Y, cuántos mueren por motivos diferentes al de su supuesto cáncer de próstata. Suponiendo que la prueba clasifica correctamente a una persona, siempre quedan unos pacientes que no habrían tenido consecuencias de su cáncer diagnosticado. Permanecemos en el terreno de las estimaciones, pero la incidencia y la mortalidad aumentan sin cesar. 

El desarrollo demográfico y el envejecimiento de la población, razones a menudo alegadas para explicar esta notable progresión, no lo explican todo. Cuando se sabe que la detección genera facturación, comprendemos que todo hombre que sea saludable o padezca de algo sin importancia se vuelve interesante. Allí dónde aprieta el zapato es cuando esta detección, hecha con un espíritu de prevención, no da prueba de un mejoramiento de la Sanidad Pública. Hasta podríamos sospechar que las actividades de detección de cáncer pudieran ser alistamiento para las "ligas mayores", porque es seguro que aumentan la clientela de los urólogos y de los oncólogos. Parece que la detección hace más daño que bien; si la prevención tiene tantos efectos indeseables es particularmente por los márgenes de error.

En mayo de 2009, el presidente de la Federación de los médicos especialistas de Québec, el Dr. Gaétan Barrette, afirmaba que los patólogos quebequenses estaban confrontados a una grave escasez de personal; mientras que trabajan con equipos obsoletos, de otra época, también aumentaban los riesgos de variación en los resultados de laboratorio. “Québec no siguió el perfeccionamiento tecnológico. Además, todos los procesos de control de calidad son casi inexistentes. Es toda la cadena que lleva a las pruebas diagnósticas lo que está en juego. Los patólogos expresan desde hace un tiempo la necesidad de instaurar mecanismos de control en el este ámbito.”

 

Los verdaderos resultados de los tratamientos convencionales


Si se examina seriamente los resultados de los tratamientos convencionales, los cuales pretenden alcanzar alrededor del 50% de curaciones, debemos primero y ante todo comprender el alcance de la estadística médica: la curación del cáncer significa únicamente una remisión en cinco años.  Las cifras están fuertemente sesgadas. 

Una curación, desde un punto de vista estadístico, no significa nada en absoluto y, además, confunde a la población. La realidad de las remisiones varía considerablemente de un cáncer a otro, ya que algunos se reabsorben y otros, más numerosos, son mortales; también varía de un grupo de edad a otro. Toda persona con cáncer podría llegar a creer que tiene un 50% de posibilidades de salir de él, algo totalmente falso ya que es muy posible que, según su caso específico, no tenga  ninguna suerte.

Un estudio australiano ("The contribución of Cytotoxic Chemotherapy to 5-year Survival in Adult Malignancies", Clinical Oncology, 2004:16 549-560) demostró claramente que la parte atribuible de las supuestas curaciones por quimioterapia era solamente del 2,2 % (el 2,3 % en Australia, sobre 72.964 pacientes controlados durante diez años y el 2,1% en los Estados Unidos, cerca de 155.000 pacientes). Los investigadores científicos en oncología conocen este estudio a gran escala, pero el gran público no. Por cierto, no se quiere que se sepa la verdad, la quimioterapia  es una actividad económica muy lucrativa. Si se le dijera la verdad a la gente −aquí tiene usted un tratamiento que consigue, en realidad, únicamente un 2,2% de supervivientes−, ¿quién aceptaría tal tratamiento?

Son excluidos de las estadísticas de los fallecimientos por cánceres todos los pacientes que mueren por consecuencias quirúrgicas, por un error médico o por efectos secundarios del tratamiento. El diagnóstico precoz, que ya ofrece cerca del 25% de falsos positivos, tiene una única ventaja: permitir empezar el tratamiento más temprano y así mejorar las estadísticas a los cinco años; el paciente tratado tempranamente fallecerá después de cinco años y de esto modo incluido como "curado" según la lógica de este sistema.

 

Una observación clara de 'causa-efecto'


Por parte de los terapeutas de la Nueva Medicina (NMG), los cuales se apoyan en cinco leyes biológicas irrefutables, descubiertas por el Dr. Ryke Geer Hamer, el mejor medio para contraer un cáncer de próstata es todavía sufrir una prueba de detección.

Según estas leyes comprobadas y comprobables, en todos los casos observados, el cáncer de próstata apareció después de un choque biológico específico; un impacto preciso en el cerebro en el lugar correspondiente al órgano fue observado en el escáner cerebral. Una vez el choque es resuelto, la parada del crecimiento tumoral es automática. En todos los casos observados, el hombre afectado había vivido un choque biológico de amenaza de su descendencia, debida a un factor exterior y en el cual la confrontación con una persona del sexo opuesto era, en ocasiones, para tener muy en cuenta. 

Los médicos o terapeutas consultados, y que ejercen según las leyes de la NMG, subrayan que los hombres se vuelven a menudo muy emotivos en consulta cuando algunas cuestiones, habitualmente neutras en cuanto a sus relaciones afectivas (niños, parejas, compañeros, etc.), son abordadas. Una cuestión tan simple como “¿tiene niños?” o “¿cómo lleva su relación con su hija?” puede provocar una reacción fuerte: “sí, tengo un niño, y siempre quise tener otro pero mi ex no quería saber nada, ¡Y, mi nueva pareja tampoco quiere oír ni hablar del tema!” o “mi hija y yo andamos a palos, la comunicación es imposible, ¡ella sale con un idiota!” 

El médico o el terapeuta que practica según las nuevas leyes ayuda al hombre a identificar él mismo el choque biológico originario de su cáncer de próstata, pero sobre todo a expresar su suentir, algo que no es cotidiano para todos los hombres. A menudo, no solamente el choque fue súbito e inesperado, sino que la persona no expresó su cólera, su frustración o sus temores. Es evidente que el cansancio biológico nos invade cuando uno le da vueltas y más vueltas a un problema sin encontrar solución. Por otra parte, los hombres reconocen espontáneamente que están de los nervios, que no tienen el espíritu tranquilo y que esto se refleja en la calidad del sueño y del apetito. “¿Le expresó a su hija sus miedos en cuanto a su futuro?” A menudo, la respuesta es: “no”. 

Vimos hombres que, con un diagnóstico de cáncer de próstata en estado avanzado, volvían a orinar normalmente poco después de haberle comunicado sus temores a su hija o a su pareja; pero también vimos otros que desarrollaron otro cáncer, esta vez óseo, porque no lograban comunicar y se sentían totalmente impotentes frente a la situación. 

 

La psicología masculina


“Un hombre debe estar seguro de sí mismo, no tener miedo a nada. Debe ser autónomo, autosuficiente, y no admitir otro dueño sino él mismo; no debe ser dependiente...”, Shere Hite (The Hite report on male sexuality, Macdonald, 1981).

Estos hechos hacen referencia al papel y a la educación del hombre en nuestra sociedad. El hombre sufre, más o menos, una fuerte presión ejercida por su medio, por los valores sociales dominantes y los estereotipos, incluido un modelo de virilidad. El acondicionamiento según los géneros y las construcciones culturales se crean desde la infancia. Los medios de comunicación y la publicidad son fuente de numerosas banalidades, de arquetipos masculinos y femeninos que encasillan a los individuos.

Ya adulto, ya sea el hombre heterosexual u homosexual, sufre igualmente los efectos de estos clichés. Varios hasta niegan su individualidad y su sentir, particularmente por el miedo a la exclusión. Según la famosa antropóloga y autora Françoise Héritier, comparado con la evolución humana, nuestro cuadro de lectura permanece arcaico. “Las sociedades, incluso las más evolucionadas, son marcadas por la permanencia de este tipo de pensamiento que yo llamo modelo dominante arcaico”. La rigidez de los roles asignados a los hombres y a las mujeres condiciona en gran parte su sufrimiento, pero también sus enfermedades, ya que lo que no es expresado ni solucionado en lo concreto acaba por ser absorbido por el cuerpo físico. 

Los hombres, sobre todo, que se prohíben exponerse a situaciones de debilidad y, más aun, como víctimas, son más sujetos todavía a las enfermedades graves, a tener comportamientos peligrosos, al alcoholismo o a las toxicomanías; hablan menos, consultan menos, se cuidan menos, se suicidan más, etc. −según el informe Rondeau (Gilles Rondeau), "Los hombres: abrirse a sus realidades y responder a sus necesidades", entregado al ministerio de la Salud y de los Servicios sociales en enero de 2004. 

Las reagrupaciones, como la Réseau Hommes Québec, fundada en 1992 por el psicoanalista y autor Guy Corneau, y la cual se extendió a Europa−,  el congreso internacional anual de la condición masculina "Palabras de hombres" −cuya primera edición en Ginebra se publicó en 2003 (Yvon Dallaire es su presidente y coorganizador)− y las obras como "Homme et fier de l’être" (trad. libre: Hombre y orgulloso de serlo), de Yvon Dallaire, "Quand les hommes parlent..." (trad. libre: Cuando los hombres hablan), de Patrick Guillot y  “Aider les hommes" (trad. libre: Ayudar a los hombres), también, de Germain Dulac, pretenden ayudar al hombre a entender que no es débil, sino fuerte y controlado (control de sí mismo), cuando es capaz de admitir que experimenta dificultades y cuando es capaz de emprender medidas para encontrar respuestas y solucionar sus problemas.
 

“La masculinidad no exige la negación de los sentimientos; los hombres tienen el derecho a expresarlos en su totalidad. En nuestra sociedad, esto exige coraje y el apoyo de los demás. Empezamos a morir, como seres humanos, cuando tememos decir o actuar según lo que sentimos” 

(Extracto de: "Le nouveau manifeste des hommes", de Aaron R. Kipnis, 
selección de Knights Without Armor [Caballeros sin armadura]).

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