LA BÚSQUEDA

16.06.2014 14:15

La búsqueda termina con el darse cuenta de que no existe lo que se ha dado en llamar iluminación. Al dedicaros a esa búsqueda, queréis liberaros del "yo", pero todo lo que hacéis para liberaros del "yo" no es más que obra del "yo". ¿Cómo podría haceros com­prender una cosa tan simple? No hay "cómo". Y diciéndoos todo esto no hago más que acrecentar la intensidad de vuestra bús­queda. He aquí la pregunta de las preguntas: "¿Cómo... cómo... cómo...?"

Ese "cómo" permanecerá mientras creáis que las respuestas dadas por otro o por mí mismo, son verdaderamente respuestas... Mientras dependáis de las respuestas de otra gente, vuestras preguntas permanecerán en el aire. Esto no son respuestas... debéis encontrar vuestra respuesta.

Y vuestra respuesta debe ser encontrada sin el mínimo proceso. Todo proceso os aleja de la cuestión. La va enterrando. La pre­gunta se vuelve cada vez más acuciante. Llega a ser lo más importante. No os interesa ya nada más que la respuesta a esa pregunta. Cada día durante todo el tiempo que os quede por vivir, esta será para vosotros la única pregunta: "¿Cómo?"

Ese "cómo" permanece en relación con las respuestas su­ministradas por los demás. Deberá rechazar todas esas preguntas, la pregunta debe consumirse ella misma. Y no se consumirá mien­tras esperéis una respuesta, sea interior o exterior. Cuando se consuma, lo que permanezca en vosotros comenzará a expresarse.

Esa es vuestra respuesta y no la de ningún otro. No tenéis ni siquiera que encontrar la respuesta, puesto que ya está ahí. Y se expresará de una forma o de otra. No estás obligado a ser un erudito, ni a leer libros. No tienes que hacer nada. Eso que está en tí comenzará a expresarse.

¿Quieres esa respuesta con bastante urgencia? Sabes, todos esos que consumen su vida colgados de un árbol, o de pie sobre la cabeza, o sobre pinchos, generalmente no llegan a ningún lado. No es tan simple. Cuando eso me ocurrió, me di cuenta de que mi bús­queda había sido dirigida en la dirección errónea. Que no se trata de nada de tipo religioso, ni nada psicológico, sino de un fun­cionamiento puramente fisiológico de los sentidos llevado a su último extremo. Esa fue la respuesta a mi pregunta.

Todas las preguntas no son sino variantes de la misma pregunta. No se trata de diferentes preguntas. ¿Hasta qué punto eres sincero? ¿Hasta qué punto eres serio? ¿Con qué urgencia exiges una respuesta a tu pregunta? Una pregunta nace de respuestas que ya conoces. Quieres saber cuál es mi estado, para integrarlo en un conocimiento -tu conocimiento. Esto es, en una tradición. Sin embargo ese conocimiento debe finalizar. Y es muy simple: Tu deseo de conocer, no hace sino aumentar tu conocimiento y esa continuidad en el saber es todo lo que te interesa.

Si los libros pudieran ser una fuente de conocimientos el mundo sería un paraiso. Así ocurre con la técnica: Por ejemplo, para arreglar un magnetófono. Sin embargo los libros que tratan de estos asuntos, no tienen ningún valor. No sé si nuestra conver­sación o el diálogo tiene algún valor, pero quiero subrayar muy claramente que en esto no hay ni un sólo movimiento, no te has movido ni un sólo paso del lugar donde estás. Ni un sólo paso. Además, realmente no es necesario moverse.

P: Estoy convencido de que en el transcurso de nuestra charla no son las palabras lo que importa, sino que hay algo que va mucho más allá de las palabras.

U.G.: Yo no lo sé, y tú tampoco puedes estar seguro. Puede ser una proyección tuya... Esta conciencia que funciona en mí, en tí, o externamente en el caracol o en el gusano, es la misma conciencia. En mí no tiene fronteras. En vosotros no ocurre lo mismo. Estáis rodeados de una concha. Puede ser que la concien­cia ilimitada os presione, yo no lo sé. En lo que a mí respecta, no tengo nada que ver. Es como el agua que busca alcanzar su nivel normal. Eso es todo. Está en su naturaleza. Y eso es lo que os pasa; la vida trata de destruir la barrera, esa estructura muerta de pensamientos y experiencias que no es de su naturaleza. Ella intenta salir, forzar la concha. Pero vosotros no queréis eso. En cuanto percibís alguna fisura os apresuráis a taparla... no hay necesidad de ningún iluminado, de ningún ser espiritual, de ningún Dios hombre para estimularos. 

Diálogo con Krishnamurti...

—————

Volver